VIVIR SIN PERDERNOS NADA
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- 3 mar 2024
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Por Fr. Fernando Escobedo, OP / 27 FEB. 2024[1]
Entre después y después la vida se nos va como agua entre las manos
Si escuchamos a Dios y transformamos nuestra manera de comprender la vida, será más difícil que nos permitamos dejar para después lo importante o ahogarnos en los «hubiera»
Hay algo en lo que muchas personas nos equivocamos: creer que tenemos tiempo de sobra. En el día a día asumimos la «filosofía del después». Parece que cambiamos aquello de «no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy» por el «deja para mañana lo que puedes hacer hoy». Así, decimos cosas como «después dejo de fumar», «después la visito», «después le pido perdón», «después arreglo las cosas». En fin, dejamos cosas importantes para después y centramos nuestra atención en lo que no es esencial.
Sin embargo, entre después y después la vida se nos va como agua entre las manos, porque «todo lo que empieza en algún momento deja de existir».[1] Existimos personas que un día nos despertamos, nos miramos en el espejo y nos damos cuenta de la dura realidad: han pasado 26, 33, 44, 51 o x número de años, y no hemos vivido, debido a que nos falta mucho por conocer y por hacer. A otras nos basta tan sólo un segundo para que nuestra vida se transforme por completo, para que la primavera se transforme en invierno, ya que se presentan cosas como las malas noticias, la enfermedad, las dificultades económicas, el fracaso, las despedidas y la muerte.
Entonces aparecen en cascada «los hubiera». Por ejemplo, «si hubiera aprovechado el tiempo», «si hubiera tomado buenas decisiones», «si le hubiera dicho que lo amaba», «si le hubiera demostrado cuánto la quería», «si hubiera vivido mis sueños y no los de otros», «si hubiera escuchado a Dios».
En pleno exilio en Babilonia, el pueblo elegido reflexiona sobre lo que pudo ser su historia si hubiera escuchado la voz de Dios. A través del profeta Isaías, Dios le revela lo siguiente: «si hubieras atendido a mis mandatos, sería tu paz como un río, tu justicia como las olas del mar; tu descendencia sería como la arena» (Is 48,18-19). En pocas palabras, si Israel hubiera escuchado a Dios, otra cosa habría sido. Pero no.
Cuando el hubiera llega, suele ser demasiado tarde, porque lo hecho, hecho está. Ya no hay después. En ese sentido, ¿qué podemos hacer? Comencemos por ser conscientes de que no viviremos para siempre. Tarde o temprano, el tiempo se nos va a terminar. «Polvo eres y en polvo te convertirás»,[2] nos dicen cuando nos imponen la ceniza al inicio de la cuaresma.
Dice Angela Davis: «no estoy aceptando las cosas que no puedo cambiar, estoy cambiando las cosas que no puedo aceptar». Por ello, hay que dar un giro de tuerca, escuchar a Dios y transformar nuestra manera de comprender la existencia y vivir sin perdernos nada. Si hacemos así, será más difícil que nos permitamos dejar para después lo verdaderamente importante o ahogarnos en los «hubiera». Antes bien, afirmemos con el poeta Antonio Machado:
Hoy es siempre todavía,
toda la vida es ahora.
Y ahora, ahora es el momento
de cumplir las promesas
que nos hicimos.
Porque ayer no lo hicimos,
porque mañana es tarde.
Ahora.

[1] Voz y edición del audio: Carolina Orozco
[2] Residente, Silvia Pérez Cruz y Penélope Cruz, 313, 5020 Records, 2024, disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=KymTp7rnTiE&ab_channel=ResidenteVEVO
[3] Cf. Gn 3,19.